En terapia no hay bueno o malo. No hay «debería de» o «tengo que».
Solo hay una persona que quiere cambiar y otra que escucha y ayuda.
Lo primero que intento hacer es ayudar a mis pacientes a poner palabras a lo que sienten, algo que no siempre es fácil para nosotros. Pero el primer paso para afrontar algo es ponerle nombre y decirlo en alto. Después, solo nos queda trabajar juntos en ello.
Tendemos a juzgarnos a nosotros mismos más que al resto, pero ese juicio durante el tiempo de terapia no existe, hablando con total naturalidad se consigue la segunda clave para el éxito en terapia: la confianza.
Y tercero, si durante las primeras sesiones veo que mi método no encaja con las necesidades de mis pacientes, los derivo a otro profesional de mi red de contactos de psicología y psiquiatría. Lo principal es ayudarte, no quién lo hace.
Por último, yo misma voy a terapia para seguir conociéndome, sigo trabajando en mi felicidad y eso me ayuda a ayudar a los demás. Pero sobre todo voy porque creo en ello.
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